Era esa relación entre la naturaleza y lo cotidiano lo que obsesionaba a José Trenor, quien pensaba que sólo él era capaz de apreciar esa ineluctable y maravillosa combinación de la naturaleza con los artefactos del hombre.
A través de una veintena de imágenes en blanco y negro, CAPTUS es la observación exterior de ese arte vivo. Pablo Amargo, Tina Blanco y su sobrino, Gonzalo Mouré lo percibían como algo inasible, inexplicable, hasta que sometieron parte de su obra al objetivo quirúrgico de Alejandro Braña. Quirúrgico, porque extirpado cada “captus” del resto de su abigarrada obra, cobraba su verdadera dimensión.
¿Arte o botánica? Uno de los mejores jardineros de Asturias se admiraba por el trabajo realizado por José Trenor para producir su arte. La manera de alimentar y regar los cactus, llevándolos hasta el punto exacto que deseaba para que se apoderaran del objeto sin ocultarlo; los artefactos con los que se ayudaba para que los mismos fueran invisibles al ojo humano, logrando una portentosa ingravidez. Y seguramente el artista era al mismo tiempo un erudito en materia de cactus. Pero no mostraba sus conocimientos, al revés: los ocultaba celosa y pícaramente. Digamos que era botánico en la misma medida que el pintor es químico o el escultor ebanista o cantero, y que hacía que esa ciencia pasara desapercibida.
Estos CAPTUS se exhiben ahora en el Jardín Botánico Atlántico y seguramente en muchos causarán más admiración por botánica que por arte. Dice Pablo Amargo que lo más importante de esta exposición es la captura del objeto por parte del cactus. Tiene razón, pero bien podríamos decir que es el triunfo del cactus, de la naturaleza, sobre el objeto, sobre lo artificial. Aquí y ahora, dirijamos la mirada a los árboles del Jardín Botánico y pensemos: antes o después, estos árboles podrán con su recipiente; triunfará la naturaleza.
Lugar: Pabellón del Bioma Boreal
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